lunes, 7 de septiembre de 2009

fijate esta historia

Gasté 37 años de mi vida en los vagones y un día me despidieron". Manuel Coria es un ex empleado del ferrocarril que hasta el día de hoy sufre las consecuencias del desempleo. "Todavía recuerdo como si hubiese sido ayer aquel día, cuando dejé la estación."
"Comencé a trabajar como peón en 1857 en el galpón de cargas, ocupándome del trabajo pesado. Donde se cargaban los vagones a mano. A los seis meses entré a trabajar en las oficinias de la estación como controlador de trenes, por lo que debía saber qué frenos le hacían falta a un tren, qué capacidad de remolqie tenía una máquina, y qué dirección tomaría la misma de acuerdo al destino de los vagones".
Continúa con los recuerdos, dice que debía tener conocimiento general de lo que era la red ferroviaria y sus empalmes. "Esa fue mi vida, y cuando me despidieron entregué todas las herramientas con tristeza, ellas habían permitido obtener el sustento.
Regresa en el tiempo: "Yo cerré la puerta de la oficina aquella tarde del 23 de agosto de 1994, cuando con angustia escuché la sirena de la locomotora que anunciaba su última pasada mientras transportaba petróleo".
"Desde entonces, me las he rebuscado con trabajos provisorios, que sumados al sueldo de mi señora que es enfermera, podemos susbsistir como clase media baja.
"Me costó aceptar la realidad porque en ese entonces nadie quería emplear a los ex trabajadores ferroviarios. Pero hoy es duro ver cómo la empresa América Latina Logística, que reactiva el ferrocarril, emplea a personas teniendo en cuenta su rendimiento y no una experiencia de tantos años, como la mia. Tengo casi 61 años y no sirvo".

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